lunes, 4 de junio de 2007

"Los libros negros", por Juan Ramón Mansilla

Asesinatos masivos de judíos en Polonia
por soldados alemanes

Los Libros Negros


Juan Ramón Mansilla


Hace unos años, el diario ABC se sirve del comentario de la obra El Libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión, editada por Robert Laffont, para realizar un claro ejercicio de oportunismo político y, lo que es peor, una burda banalización de la Historia contemporánea. La tesis del artículo que firma Juan Pedro Quiñonero es tan simple como intencionada: el paraíso comunista se edificó sobre millones decadáveres de los cuales veinte millones corresponderían a la URSS yalrededor de sesenta y cinco a China. La represión que los provoca no es algo fortuito ni excepcional: "el terror comunista no es una desviación de un modelo político original. Al contrario, es un cuerpo de doctrina dispuesta a servirse de todos los servicios del Estado para imponer su ley a pueblos enteros", se afirma mientras, paralelamente, se pregunta ¿quién se cobró más víctimas inocentes, Hitler o el comunismo?


Opositores de Stalin en un gulag soviético.

La respuesta, por supuesto, viene dada: "globalmente los campos de exterminio nazis se cobraron 25 millones de muertos mientras que los campos de exterminio comunistas sumaron entre 85 y 100 millones de cadáveres? De la comparación resulta, y éste es un trasfondo intencional del artículo, que el régimen nazi fue benigno en relación al comunista. Claro que se olvida una cosa: esos "entre 85 y 100 millones de cadáveres" son producto de numerosos países y de un lapso temporal de 70 años. Aquellos 25 millones de muertos los ocasiona la política de un solo país durante 10 años. Si se hiciera una proyección no serían 25, sino1 75 millones. ¿Qué decir si el Reich nazi hubiera durado los mil años que, por fortuna equivocadamente, predijo Hitler? Entonces todos seríamos o arios o esclavos o muertos.


Asesinato de oficiales polacos por las tropas rusas
en Katyn

Este matiz, con serlo, no es lo importante. Lo esencial es que tesis como la mantenida por el artículo se insertan en lo que puede denominarse como trivialización del nazismo; es decir, en una corriente "revisionista" que nos presenta a ese régimen de maldad o como una desgracia más dentro de la nómina de las catástrofes de la Humanidad o, lo que es peor, como el baluarte salvador del mundo occidental ante el empuje de las hordas soviéticas. Ante ello, que a Hitler y a sus secuaces (una recentísima investigación de Daniel J.Goldhagen demuestra algo intuido: que, en Alemania, los nazis no estuvieron tan solos sino que gozaron de la colaboración activa de millones de alemanes) se les fuera la mano es pura y disculpable contingencia. De aquí a la verdad, media un mundo. Pero, qué importa si contribuye a la consecución del objetivo pretendido que no es otro que algo que,d e modo palmario, se viene agudizando desde 1989, desde el desmoronamiento del régimen del "socialismo real": la demonización del comunismo; la demonización de una ideología que, de pervivir, supondría cuestionar el triunfo del pensamiento único triunfante, la victoria del capitalismo —tan festejada por tantos, el ABC entre ellos— sin tener en cuenta que implica también el triunfo de la desigualdad, de lo cual es ejemplo la paulatina trituración de derechos sociales y del Estado del Bienestar que ocurre en nuestros días...

Fusilamiento de guerrilleros franceses por las tropas alemanas
Todo lo anterior no significa, por supuesto, la ocultación de los crímenes perpretados por los regímenes comunistas (de hecho tampoco,y pese a su pretendida novedad, libros como el de Laffont o artículos como el de Quiñonero aportan gran cosa: hace ya más de 50 años que los crímenes del estalinismo fueron denuciados por Raymond Aron, Hannah Arendt o Albert Camus), ni siquiera su edulcoración, como algunos pretenden, bajo el pretexto de responder "a una esperanza equivocada". Como hace bien poco recordaba Bernard-Henri Levy (El Mundo, 15-XII-1997), el fascismo y los regímenes comunistas son comparables si consideramos que se trata de un género (el totalitarismo) que tendría dos especies distintas, siendo precisamente el concepto de totalitarismo "el único que, al unirlos, consigue decirnos algo de esos dos acontecimientos esenciales y, lógicamente, irreductibles que son Auschwitz y el Gulag". Proseguía diciendo que "comparar es pensar. Comparar es hacer Historia. El gesto de comparar (..) es el gesto mismo del conocimiento", para concluir su artículo diciendo que "hay que comparar, pues, elfascismo con el estalinismo, para aislar lo que, en él, resiste a la confrontación y dejar en evidencia absoluta, total y diáfana la medida de su inhumanidad".


Los nazis obligaban a los músicos judíos a acompañar
 con Wagner a aquellos compañeros suyos que iban a morir.
En Auschwtiz

Para comparar creo absolutamente necesario responder a estas preguntas: ¿es el comunismo lo que ha fracasado, es el comunismo —entanto que doctrina— el responsable de aquellos crímenes?, ¿es comunismo sinónimo de los autoproclamados regímenes comunistas? Para dar una respuesta cabal a esta cuestión habría que acudir al pretendido modelo político original de dichos regímenes: al marxismo. Y en la teoría marxista primigenia, el comunismo sería el estadio final de la revolución proletaria en el cual no sólo quedaría suprimida cualquier forma de explotación sino, incluso, el Estado, consiguiéndose la culminación del ideal de libertad mediante la consecución de la igualdad. Esto, claro es, cuadra mal con unos regímenes que descansaban en la omnipotencia del Estado y que, del marxismo, sólo conservaban alaracas verbales y, no de una manera completa, la estatalización de la economía. Pero, antes aún que en su formulación marxiana, existen nociones de comunismo que, por citar algunos ejemplos, podemos rastrear en las obras de Platón o de Santo Tomás Moro. ¿Son ambos también, en tanto que comunistas, inductores de los genocidios soviético, chinopopular o polpotiano? El comunismo, como doctrina, ni diseña un progama de aniquilación ni parte de un impulso criminal originarios sino, al igual que el cristianismo u otras religiones, de un intento de emancipación de la humanidad que, a diferencia del cristianismo u otras religiones, no pospone para el cielo sino que pretende en el tierra. Otra cosa bien distinta son los asesinatos realizados en su nombre (en el del comunismo, en el del cristianismo, en el de otras religiones).


Transporte de niños a un gulag soviético


¿Se puede decir lo mismo del nazismo? Difícilmente toda vez que su "modelo político original", el Mein Kampf de Hitler, esboza un plan de dominación y exterminio raciales que fue diligentemente seguido. Mas aún: en ningún otro régimen, sea cual fuere la raíz y la crueldad de su totaliarismo, ha existido algo tan absoluta ei nhumanamente específico como la Shoah, como el Holocausto judío. El nazismo nace, se desarrolla y muere siendo criminal. No tener esto encuenta sería caer en comparaciones ahistóricas con el trasfondo de unas estadísticas macabras. Por eso el artículo que publicita ABC incurre en una intencionada perversión de una materia, la Historia, que adolece de numerosas malformaciones genéticas.
Para remediarlo, para ofrecer una imagen más objetiva, y puestos ya que no en el análisis histórico sino en el tremebundismo, hubiera sido de agradecer que, junto al Libro Negro del comunismo, dicho semanario abriera sus páginas a los "Libros Negros" de todas las represiones habidas, y no sólo de las que afectan a quienes se hallan en sus antípodas ideológicas. Así, por ejemplo, y por cercanía histórica, el Libro Negro del franquismo que, quizá, podía encomendar a Ricardo de la Cierva, todavez que tal diario editó en fascículos su, más que biografía, hagiografía de Franco.



Momento en que Moshe (un judío armenio) es decapitado por Delmer, comandande nazi de Buchenwald. La imagen corresponde al estreno en Tarancón de "Guantes de piel humana", de Carlos Morales y Julio Clemente Lourtau, que también son los actores.

Y, amigos como son de las comparaciones, y dado que en el artículo de Quiñonero se dice "que Lenin ordena por escrito, de modo muy enérgico, expeditivo y terminante, cómo es necesario ejecutar ... a los enemigos políticos, y pide a sus verdugos materiales que se dé mucha publicidad «pedagógica» a esas ejecuciones", no tendría poco provecho comentar, como él mismo lo hizo en una entrevista concedida a Jay Allen el 29 de julio de 1936, que Franco estaba dispuesto a "pacificar" el país aunque para ello tuviera que fusilar a media España. También sería instructivo contar que, además de firmar numerosas sentencias a muerte, en ocasiones se esmeraba al decretar "garrote y prensa", es decir: forma de ejecución y publicidad. O, por añadir otra perla, cómo pese a las protestas de alguno de sus compañeros de armas como el general Cabanellas ante las excursiones organizadas por el Director General de Prisiones, Joaquín del Moral, para disfrutar de las ejecuciones del día en Burgos, Franco no hizo nada por evitar tan formativa manera de entretenimiento. Y, ya puestos a hablar de modelos políticos originales, por qué no citar esta frase, pronunciada en el marco deuna arenga en Radio Jerez el 24 de julio de 1936, del que fuera Consejero Nacional del Movimiento y Secretario "perpetuo" de la Real Academia, José María Pemán: "la guerra, con su luz de fusilería, nos ha abierto los ojos a todos. La idea de turno o juego político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio y de expulsión".
Podría, por qué no, incluir en su semanario el Libro Negro del cristianismo, relatando los crímenes y montones de cadáveres —inquisiciones varias, cremaciones incluidas; progromos, guerras dereligión, cruzadas, santificación de los vuelos de la muerte en Argentina— sobre los que se fueron imponiendo los catecismos; cadáveres a los que de poco consuelo les sirve, al igual que a Galileo, la tardía contricción del Vaticano. Y, de este modo, despreciando sus aportaciones positivas, concluir que esta doctrina "devoró millones de víctimas inocentes ... en nombre de la voracidad implacable de una minoría ideológica con vocación imperial y totalitaria".
Ya en ello, tampoco vendría mal un repaso al Libro Negro del yanquismo para así resucitar, aunque sólo fuera por el peso de los números, las inocentes víctimas de Hiroshima y Nagasaki —claro que,sin la aportación de sus cuerpos a la ciencia, no se hubiera podido desarrollar una energía tan inocua como la derivada de la fisión nuclear—, del bombardeo de Dresde o de los que, con napalm, se realizaron sobre los campesinos vietnamitas.
Quizá también, y a pesar del informe Fungairiño, tendrían cancha en el recuento los miles de cadáveres con que se adornan las dictaduras sustentadas desdeWashington (por cierto que el insigne benefactor del pueblo chileno, Augusto Pinochet, ha sido recientemente acusado de haber ordenado personalmente el asesinato de 53 civiles), o los difuntos que provoca su ensañamiento contra Irak, Estado al que anteriormente no tuvo reparo alguno en armar contra Irán.
Vendría asimismo muy a cuento el Libro Negro del imperialismo o, para no buscar en ojos ajenos la viga propia, el Libro Negro del imperialismo español: la brutalidad de los Tercios en Flandes —en lo que no le iría a la zaga, ya en nuestro siglo y en Marruecos, el Tercio de Extranjeros o Legión, donde no estaba mal visto recontar los moros muertos mediante cabezas u orejas cortadas—; el exterminio de los indígenas americanos, ya por acciones directas como las que relata Fray Bartolomé de las Casas en su Brevísma relación de la destrucción de las Indias, ya sometidos al gulag de la mita y al auschwitz de la encomienda de indios (se estima, por poner dos casos, que de los 20 millones de nativos existentes en México en 1519 quedaban poco más de un millón en 1608; que de los varios cientos de miles que habitaban La Española en 1496 sólo pervivían doscientas almas en 1540); la crueldad desplegada en las guerras del Rif.
Por supuesto que no estaría nada mal (uf, lo mismo que me juego una fatwa condenatoria) dar cabida en esta negra biblioteca al Libro Negro del Islamismo, y a su creciente propensión a la intolerancia y a justificar santas guerras y santos crímenes; eso en la actualidad que, en el pasado, tampoco estaría de más tratar de su labor de cazaesclavos allá por la cuenca del Níger (por ejemplo).
Sería, por último, muy conveniente abrir el Libro Negro del abecismo; es decir, de la ignorancia y la ceguera que promueve una historia hecha por moralistas a posteriori y carroñeros selectivos, forjada de verdades a medias, de mentiras interesadas.


(Artículo aparecido en "El Juglar de la Frontera", en 1997)













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